Humildad, La Virtud de los Verdaderamente Grandes

Pájaros que se pierden en la altura.

Pasa una nube, quieta, a la deriva.

Solos y frente a frente, el monte y yo

no nos hemos cansado de mirarnos.

Poeta Li Po, “Ante el Monte Ching Ting”

Hay quienes frente a la inmensidad de una montaña, la admiran desde una perspectiva humana, con mucho respeto y admiración por la enormidad de la naturaleza.

Y hay también quienes solamente desean pararse sobre la misma para sentirse más altos.

La diferencia entre unos y otros, se llama Humildad.

Una vez en Buenos Aires, alguien preguntó a mi Maestro, Chan Kowk Wai, como había logrado desarrollar una determinada habilidad. El Maestro se tomó una de sus habituales pausas para pensar la respuesta. Siempre piensa un momento antes de contestar una pregunta. Luego de unos segundos, miró al alumno y le dijo:

– No sé! – y comenzó a reír con ganas.

Todos nos reímos mucho, porque era el primer día de la segunda visita del Maestro a Buenos Aires, y estábamos un poco tensos. Ese pequeño gran momento ayudó a distender el ambiente. A mi no se me escapó que una respuesta como esa, viniendo de un Grande como Chan Kowk Wai, era un ejemplo y una lección de gran humildad.  

La misma actitud la pude observar más de una vez en la Academia de Sao Paulo. Allí, sus alumnos habituales han visto de todo. Convivir en un kwoon con una persona como Chan Kowk Wai hace que al cabo de varios años, uno haya podido ver habilidades sorprendentes. Pero cuando alguien hace un comentario sobre tal o cual momento, el Maestro suele responder “¿ah sí? ¿hice eso? No me acuerdo”.

Una vez me atreví y le pregunté por qué lo hacía. Me respondió: no es que me olvide de lo que pasó, es que no siempre lo quiero comentar.

Otra lección de humildad.

A esta altura de mi camino marcial, y mirando hacia atrás, encuentro que la humildad, la verdadera humildad, es una de las cualidades más difíciles de hallar. Posiblemente para algunos esto suene un poco pesimista y excesivo, pero tengamos en cuenta que estoy hablando de todo el ambiente del arte marcial chino.  

Cuántas veces hemos visto practicantes reaccionar vengativamente ante rivales que en un combate, les han pegado. Yo mismo lo he hecho, pero he aprendido la lección y me arrepiento. Me llega a la mente una oportunidad en la que un profesor de kung fu de un nivel pobre, durante una exhibición, no tuvo ningún reparo en excederse mucho más de lo comprensible, en el contacto, mientras mostraba con un alumno técnicas de defensa personal. Su cometido era obviamente, causar una impresión de «luchador efectivo», de «máquina de matar» o como quieras llamarlo. A mi me dio mucha bronca, porque pensaba en lo grave de su actitud. Allí estaba, un supuesto profesor de kung fu, golpeando ostensiblemente a uno de sus alumnos, esperando que todos pensemos cuán letal es su técnica.

Yo comencé en las artes marciales practicando Karate Do, estilo Shudokan. Un estilo japonés, orientado a la competencia deportiva. Tenía en ese entonces 15 años recién cumplidos, y una gran curiosidad e inocencia respecto a la habilidad y a la estampa de un profesor.

Recuerdo cuando con mi hermano concurrimos a la primera clase, el primer día que nos vestíamos con karategui. Nuestro deseo había sido aprender kung fu, pero por cuestiones económicas debimos comenzar con karate, dado que en el club del que éramos socios se daban clases a un precio muy accesible.

Recuerdo tan vividamente ese día…también recuerdo a mi primer Sensei. Resultaba ser un buen tipo, pero en su primer aparición, me pareció un pedante. Apareció de repente, con su barbilla en alto, una mirada distante, como proveniente de otro estrato, y un trato que más que militar, era casi despectivo.

Debía sentirse muy poderoso, dirigiendo una clase con 150 alumnos. No se si era bueno o malo, sólo sé que esperar una mirada directa de él era demasiado.

Repito que con el correr de las horas de clase me pareció una buena persona. Pero hoy sigo pensando que no era humilde.

Muchos profesores de artes marciales son un poco divos. Uno no puede dejar de pensar que le dan demasiada importancia a sus habilidades. Me hacen acordar a algunos fisicoculturistas , que en una conversación dan por sentado que para nosotros, como para ellos, el cuidado del cuerpo es lo más importante que hay.

A mi me queda tan claro que el arte marcial es una Joya valiosa de gran utilidad, como también me queda clarísimo que para otras personas puede ser algo que no tiene ninguna importancia. En mis años de practicante he visto tantas estrellas, tanto divismo, tanto protagonismo excesivo, que me he impuesto la obligación de ser humilde. ¡Dios me libre de que alguien en algún momento me vea a mi, como yo veo a esa gente! Nada puede ser peor que caer en esa categoría.

Distintos tipos de Falta de Humildad

De todas las maneras de ser vanidoso, ninguna me molesta tanto como la «falsa humildad». Ese profesor que se empeña en ostentar su humildad, que no permite que sus actitudes humildes pasen desapercibidas, me da dolor de estómago.

Los chinos dicen “quien aparenta negarse a recibir un cumplido, puede ser que en realidad quiera recibirlo dos veces” ( …”hola Maestro” – “no me llames Maestro” – “pero si usted lo es!” ….). Por eso me refería a la humildad como “la verdadera”, porque muchas veces la gente menos humilde se oculta detrás de la Falsa Modestia.

Uno los ve, con sus sonrisas de monje taoísta, repitiendo a cada rato que no comen carne, que no muestran sus habilidades porque no consideran que mostrar sea importante, rodeados de seguidores que los admiran tanto. Parecen seres fascinantes, encantadores. Pero si tenés la paciencia necesaria, podes estar presente en el momento en que sus máscaras se caen mostrando a seres inseguros, ávidos de adulación y aprobación constante.

Muy diestros con la palabra, son capaces de fascinar, de encantar. Sus maestros, reales o imaginarios, siempre serán lo más parecido al Maestro Po. Si querés saber cómo son realmente, sólo tenés que contrariarlos en algo, para ver lo poco acostumbrados que están a vivir entre gente real. Tanta alabanza y respeto reciben de sus alumnos, que llegan a pretender estar en todo momento, un escalón por encima de todos, pero eso sí, simulando estar uno más abajo.

Mucho más visibles son los otros, los que son visiblemente arrogantes. Hablan de la humildad pero no la practican. Si hay algo en lo que se destacan, es en la arrogancia con que tratan a sus alumnos. Esto no es tan fácil de percibir, porque como estos últimos los tratan tan bien, generalmente están de muy buen humor. Pero ¡pobre el que lo desafíe poniendo una duda en alguna de sus palabras, o contrariando su voluntad!

Ser Humilde es Dar un Buen Ejemplo.

En una interesante nota publicada en la revista Asian Martial Arts, el autor Donald Mainford se refería a dos Importantes Maestros de Tai Chi: Zhang y Dai. Cierta vez – cuenta – escuchó decir a Dai, que el Taijiquan del Sr. Zhang era mucho más alto que el de él.

Zhang, quien estaba presente, respondió que en una ocasión, en los primeros años de conocerse, él notó que a Dai le faltaba la comprensión de cómo maximizar el poder desde los pies. «Luego de que le expliqué esto, el corrigió ese error y ahora, él es mejor que yo«, concluyó el maestro. «No me importa, porque somos muy buenos amigos».

Sin duda esta anécdota muestra el Wu De de los maestros, la humildad de los grandes, la grandeza de las pequeñas cosas.

……………….

Solemos escuchar a mucha gente que se ufana de conocer “varios estilos”. No está en discusión el conocimiento sino la actitud hacia el mismo. Sería bueno mencionar a tantos maestros japoneses de Karate Do, que cuando se les pregunta sobre un determinado Kata (forma) suelen decir “a mi, todavía no me sale bien”.

Para pensar ¿no?

Profesor Horacio Di Renzo

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